Lecturas

Desde esta página tendréis lecturas variadas. De vez en cuando, aparecerán cuentos, leyendas, poesías... que podrán completar las lecturas que hagáis en casa o aqui, en el colegio
Ya sabéis nuestro lema favorito: "Si quieres aventura... lánzate a la lectura"


El Pequeño Nicolás (René Goscinny)





René Goscinny es un conocido escritor italiano que ha escrito muchos libros para niños. Entre ellos destacan los de la serie que protagoniza un niño llmado Nicolás. 
Éste fragmento que vamos a leer a continuación es de un capítulo de "El pequeño Nicolás", en el que un inspector de Educación hace una visita al colegio de Nicolás.


-Estábamos estudiando la fábula- dijo la maestra. La zorra y el cuervo.
-Perfecto, perfecto, -dijo el inspector-. Continúen pues.

La maestra fingió buscar al azar en la clase y después señaló a Agnan con el dedo:
-Usted, Agnan, recítenos la fábula. Pero el inspector levantó la mano.

¿Me permite? -le dijo a la maestra, y después señaló a Clotario-. Usted, el de allí, al fondo, recíteme esa fábula.
Clotario abrió la boca y se echó a llorar.
Pero, -¿Qué le pasa? -preguntó el inspector.

La maestra dijo que había que disculpar a Clotario, que es muy tímido,y entonces le preguntaron a Rufo. Rufo es un compañero, su papá es agente de policía. Rufo dijo que él no sabía la fábula de memoria, pero que sabía más o menos de qué se trataba, y empezó a explicar que era la historia de un cuervo que llevaba en el pico un "roquefort".

-¿Un roquefort? -preguntó el inspector, que cada vez tenía una pinta más sorprendida.
-¡No! -dijo Alcestes-. Era un "camembert".
-¡Nada de eso!-dijo Rufo-. El cuervo no podría llevar el camembert en el pico, porque chorrea, y además huele mal.
-No es que huela bien, pero es riquísimo -contestó Alcestes-. Y, además, eso no quiere decir nada; el jabón huele bien y el malísimo para comer, lo probé una vez.

-¡Bah! -dijo Rufo-. -¡Eres un animal, y voy a decirle a mi papá que le ponga un montón de multas a tu papá!

Y se pusieron a pegarse.

Todo el mundo se había levantado y gritaba, menos Clotario, que seguía llorando en su rincón, y Agnan, que se había ido al encerado y rectaba La zorra y el cuervo. La maestra, el inspector y el director gritaban: -¡Ya basta!.

Nos lo pasamos bomba.

RENÉ GOSCINNY
"El pequeño Nicolás"



"El Pollito pícaro y consentido"  María Hortensia Lacau


Había una vez una familia Galli-galli: un gallo-papá, una mamá-gallina y un hijo pollito.
El pollito era pícaro y muy presumido. Le gustaba mirarse en el espejito de agua del arroyo, le gustaba mirarse en los vidrios de su casa Galli-galli, en los anteojos de su mamá; bueno, le gustaba mirarse en todos lados.
Un día, muy contento con su facha de pollito, se subió al cerco que rodeaba su casita Galli-galli y se puso a cantar:
— ¡Pi, pi, pi, pi!  ¡Miren dónde estoy! ¡Mírenme a mí, miren qué lindo que soy!
El gallo-papá salió corriendo muy asustado de su casa Galli-galli y cantó:
— ¡Quiquiriquí! ¡Bájate de ahí, picarón! ¡Bájate pronto que puede oírte el halcón!
La mamá-gallina, al oír al gallo-papá, salió corriendo desesperada de su casa Galli-galli y cantó con una voz de mucho susto:
— ¡Cocorocó! ¡Hijo de mi corazón! ¡Bájate pronto, te lo pido yo, que puede oírte el halcón!
Pero el pollito estaba encantado con su voz de pollito y siguió cantando:
— ¡Pi, pi, pi, pi,! ¡Miren dónde estoy! ¡Estoy aquí y miren qué lindo que soy!
En eso, el gran halcón cazador que andaba por allí cerca oyó el canto del pollito y quiso saber qué sucedía. Y cuando vio al pollito, dijo:
— ¡Qué lindo pollito! ¡Claro que es bonito! ¡Lindo para oír y ver! ¡Y yo… además me lo voy a comer!
¡Y brrruuummmmm cataprrrummmmm! ¡Aterrizó en el cerco!
Pero el gallo-papá y la mamá-gallina (que para eso eran mamá y papá), ¡brrummmmm cataprrrummmm!, cayeron sobre el gran halcón cazador y pincha que te pincha… ¡lo corrieron a picotazos. ¡Por suerte!
Y el pollito, sin cantar ni pi, bastante, bastante asustado, se bajó del cerco despacito, despacito, se puso debajo del ala de su mamá gallina, y dijo entre pucheros:
— ¡Perdoncito, papá, perdoncito, mamá, pero… era tan lindo cantar! ¡Ay! ¡Qué miedo tuve! Pero… ¡qué lindo era cantar allá arriba!
Y medio se puso a llorar y a reír como lloran y ríen los pollitos, y después se secó los ojos con una plumita amarilla y empezó a cantar bajito.
Y los tres, muy contentos, se volvieron a su casa Galli-galli.





 "Atrapasueños"   Eugenia Pons

Te voy a contar una vieja historia que alguna vez fue escrita en un papel tan suave y tan leve como pluma y que llegó a mi ventana una mañana de abril para que hoy te la cuente aquí.

Y la historia comienza así:

Cuentan que en el comienzo de los tiempos el mundo era marrón, era castaño, era pardo, era tierra. Era.

Era entonces una casa en el comienzo de los tiempos, toda marrón, de ventanitas ocre, puertas castañas y un tejado pardo. Una.

Una casa con un niño pequeño, de ojos pardos, cabellos castaños, manitas ocres y ropa marrón y una abuela de paciencia castaña, sueños pardos, amor ocre y rostro marrón. Dulzura.

Una noche, el niño pequeño se despertó llorando. La abuela lo abrazó, dibujó estrellas con las lágrimas en ambas mejillas, hasta que el niño se durmió, feliz, sonriente. Apenas hubo recuperado el sueño, la abuela se calzó sus sandalias trenzadas de cuero para salir a buscar algo más por la tierra. Entera.

La abuela, que conocía el secreto más secreto de la naturaleza, anduvo un buen rato buscando, buscando y buscando hasta que por fin encontró un sauce. Bien sabido es que hay especies de sauces que suelen llorar desde el principio de los tiempos aunque nunca nadie haya descubierto el porqué. ¿Por qué será?  

La abuela acarició sus ramas y cortando una, le dio un beso, le secó una lágrima y volvió por el mismo camino rápidamente antes de que se despertara el niño. Con la rama armó un anillo, redondo, redondo como un sol o mejor aun como la luna llena. Y se fue dormir. Necesitaba descansar. Tal vez, los sueños… 

Al día siguiente el niño pequeño, que aún llevaba las estrellas invisibles, jugaba con piedritas morenas cuando un haz de luz se enredó en su pelo y tomándolo con sus manitos ocres, lo enredó en la rama de sauce que la abuela había colgado en la entrada de la casa. El haz de luz se volvió de un amarillo intenso. La abuela lo ató bien para que no se pierda y al llegar la noche tomó un clavito de madera y colgó el anillo con el haz de luz sobre la cama del niño.

Parece que esa noche el pequeño durmió, durmió y durmió sin reparar que en toda la tierra algo muy raro estaba sucediendo.  ¿Quién lo podría imaginar? 

A la mañana siguiente, la abuela de rostro marrón descubrió que el cabello del niño tenía haces de luz, que un pájaro de plumas amarillas revoloteaba las ventanas y toda la tierra amanecía cubierta de matas de flores alimonadas, doradas, girasoladas. El niño no podía salir de su asombro y alegría. Y la tierra también. Y la abuela. Todos. 

La abuela saludaba al viento, bendecía al sauce, alimentaba al pájaro y reía como loca. El pájaro voló con el viento, para llegar hasta el sauce y cuando llegó la noche regresó a la casa con un extraño hilo del color anaranjado. El niño pidió a la abuela que lo atara al anterior, y así fue como con paciencia castaña, fue cosiendo el nuevo hilo desde afuera hacia adentro, que así es como se debe tejer. Ustedes preguntarán quién dice que deba hacerse así. Y eso es muy fácil: las arañas, que por el comienzo de los tiempos cuando la tierra era parda, abundaban por todas partes porque es bien sabido que las arañas, oscuras o claras, son definitivamente marrones. ¿Por qué será? 

Con la primera luz del día, la abuela y el niño pequeño se despertaron para desayunar y, para su sorpresa, descubrieron que la tierra se había iluminado de caminos de ladrillo, que crecían árboles de naranjas y mandarinas perfumadas. Y los dos se pusieron las sandalias de cuero para recorrer el camino, bebiendo un jugo delicioso y anaranjado. Delicioso.

Para su suerte, el niño ahora jugaba con piedras pardas y piedras anaranjadas e inventaba juegos que antes eran imposibles. Agitó con fuerza, mucha fuerza dos piedras para arrojarlas bien lejos al viento. El viento, bien sabido es que nunca deja las cosas en paz, revoleó ambas piedras contra el sauce. Cuando el niño fue a buscarlas no encontró sino al pájaro con una hebra de color rojizo en el pico. Como es de esperar, volvió corriendo a pedirle a la abuela que la tejiera de afuera hacia adentro en el anillo de sauce. Y esa noche,  durmió el anillo, amarillo, anaranjado y rojizo, sobre la cabeza del niño. Soñar. 

Todo esto sucedió en los días siguientes: primero, nacieron fresas, manzanas y tomates en todo el territorio que llegaban a recorrer con su vista. Y más, los atardeceres se volvieron rojos, rosados, amarillentos y anaranjados. En el segundo día: el pájaro atrapó una hebra azul de la tarde y la tierra al otro día se llenó de nomeolvides, de lagos azules y de ríos azarosos. El tercer día, el niño lanzó al viento un nomeolvides que quedó atrapado en una nube roja. Llovieron cintas violetas que la abuela tejió nuevamente de afuera hacia adentro y  ya a la noche la tierra estaba tapizada de flores de jacarandá. Y todas y cada una de las noches, la abuela lo colgó de la pared sobre el sueño del niño. En colores. 

Siempre el pájaro traía lazos, traía hebras, traía cintas. Y siempre la abuela tejía como araña multicolor. Hasta que un día el niño pequeño encontró una piedra verde, el mismísimo día en que el tejido de la abuela había llegado justo al centro. La abuela tomó la piedra y la ató al tejido. Corazonada. 
Al día siguiente el pájaro estaba increíblemente marrón, se desprendió una pluma y la ató también al anillo. Nunca más se supo de él. Dicen que voló a otras tierras. ¡En vuelo! 

Y dicen que así fue el comienzo de los tiempos. Que fueron de color marrón y que los buenos sueños fueron pintando. Que hizo falta del vuelo de un pájaro y de la paciencia de una abuela tejedora para cambiar las cosas. Que no hay que olvidar una piedrita de color verde en el centro, elegida por un niño pequeño, y, para terminar, una pluma suave y leve como un papel. Todo esto debe colocarse colgado en la pared vigilando el sueño de quien uno quiera durante las noches. No importa si son de luna llena. Lo que sí importa es el deseo de soñar. ¿Por qué será?

6 comentarios:

  1. Hola MCarme me a gustado mucho la lectura El pollito pìcaro y consentido.

    Marta.

    ResponderEliminar
  2. Hola MCarmen soy Jennifer, me ha gustado mucho la lectura del pollito pícaro, porque te enseña lo bueno que es obedecer a tus papás.

    ResponderEliminar
  3. Me gusta mucho los cuentos y sobretodo el atrapasueños

    ResponderEliminar
  4. Un inspector entra en la clase y luego se desmadra la clase ylos profesores se enfadan toda una desgracia y la clase se covierte en lucha libre

    ResponderEliminar
  5. Fernando.

    Un día en una clase estaban recitando poesías.De repente llegó el inspector.Y la profesora fingió señalar a un alumno con el dedo.Pero el inspector interrumpió y señaló a otro niño.Pero el niño era timido.Tuvieron que elegir a otro alumno porque el otro estaba llorando.Y eligieron a Rufo que su padre era inspector de policía.El y otro alumno se pusieron a discutir sobre la poesía.¡Hasta tubieron que intervenir la profesora,el inspector y el director!Toda la clase se puso como loca.Noslo pasamos bomba

    ResponderEliminar
  6. Hola MªCarmen este es my resumen:
    Un día vino un inspector y dijo que si le podian leer la lectura que estaban leyendo el primero no se lo sabia, el segundo se puso a llorar y el tercero le amenazo con que le iba a poner su padre un montón de multas.
    Adiós.
    Ángel.

    ResponderEliminar